Hay sesiones preboda que enamoran, y la de Victor y Judith es una de esas. Lo hace un paseo al atardecer del verano, entre fardos, caminos de tierra y globos, contemplando cómo sus niños corren y vuelan.

Entre tanto, carreras, risas y una complicidad que ilumina. Y nosotros emocionados de poder observar cómo sus ojos intercambiaban miradas y cómo se ayudaban para hacer los cuatro una piña de diversión. Ellos son amor, cariño y apoyo incondicional. Nos quedamos con sus saltos, sus juegos y sus ganas de volar entre Poniente y Essos.